Primera novela de Julián Márquez, está escrita con un lenguaje que logra la confluencia del mito y la realidad narrada; el posible lector se encontrará con un interesante caleidoscopio narrativo: la historia formativa del Venerable, un astrólogo empeñado en descifrar la naturaleza de las personas: sorteó como pudo las trampas y vilezas de un mundo poblado de máscaras retorcidas, pero más pudo su voluntad y el dictado de su inclinación; a esta trama principal hay que agregar los breves –pero no menos curiosos y significativos– testimonios de quienes han recibido el beneficio de sus mágicos talismanes; los vasos comunicantes de esta novela se complementan con la historia de dos nostálgicos cineastas–Salvatore e io– que logran conseguir por esos curiosos avatares de la vida el dinero para rodar una película sobre este curioso mago, gracias a una de sus descendientes directas –“nada menos que nieta de Ptolomeo, el mismísimo Venerable, el hombre que más sabe de astrología en el mundo”–; las indicaciones técnicas de esta virtual película están, finalmente, hábilmente entrelazadas en los episodios de la novela con unas viñetas –de macabro tinte– anécdotas sobre la vida y los milagros del Venerable. El punto y final de esta obra ha sido retardado –cerca de diez años– entre más de una revisión. Por ello se puede hablar de Márquez como el escritor salvajemente asediado por sus quimeras; aunque decidido ya a soltarlas, entre el júbilo y el agotamiento, tras un aliviante respiro. Desde su inicio, existe la posibilidad de sumergirse en la rotación de este zodíaco literario y compartir esa risa escondida –a veces subterránea– que suele moverse por los costados de las páginas de Márquez, reunidas también en su obra cuentística, sus ensayos y las crónicas que aún permanecen desperdigadas en periódicos, suplementos y revistas locales.